LA CRÍTICA AL INDIGENISMO DE MANUEL GAMIO
ROBERTO VALDOVINOS
A lo largo del siglo XX, la mención del nombre de Manuel Gamio ha sido motivo de orgullo, no sólo para aquellos que trataron con él —a excepción quizás de un buen número de políticos—, sino también para las generaciones posteriores de intelectuales y humanistas que han formado el pensamiento social mexicano de nuestros tiempos. Esta buena fama, sin embargo, se vio disminuida a finales de los años sesenta con la aparición de lo que se autodenominó “antropología crítica” o “nueva antropología”, dedicada al cuestionamiento severo del indigenismo y de Gamio, padre del indigenismo en México. Esto, al grado de que el célebre intelectual dejó casi de serlo y muy pronto los estudiantes de antropología, y otras ramas de las ciencias sociales, bien podían terminar sus estudios sin haberse cruzado con alguna tesis de Gamio: su mismo nombre quedó fuera del repertorio que los estudiantes
debían manejar.
¿A qué se debe ese marcado cambio? Si bien fenómenos como éste no se pueden explicar únicamente por la aparición de una corriente “crítica”, no hay duda que esta última ha sido un factor de peso. Por eso, quisiéramos dejar de lado toda explicación complementaria para
centrarnos en lo que esa corriente afirma respecto a Gamio y juzgar su validez. No se trata de hacer la apología de Gamio, sino de ver si la crítica dirigida a él tiene razón de ser y en qué medida.
Vamos pues a presentar rápidamente el punto de vista de la antropología crítica, basándonos sobre todo en textos de Guillermo Bonfil Batalla. En seguida, confrontaremos esta crítica con algunos textos del mismo Gamio.
En el desarrollo de las ideas de Gamio hay dos preocupaciones que, a mi parecer, son una constante hasta el final de su vida: por un lado, le parece esencial que el México disperso y heterogéneo se conforme en una nación única, en la cual todos los habitantes del territorio
nacional puedan reconocerse: se trata de formar una patria. Esto queda evidenciado desde su primera obra, Forjando patria. Lo complejo de esta preocupación es que su concepción de una patria sigue el modelo “occidental” que entonces giraba alrededor de la unidad racial,
cultural, lingüística, etcétera.Por otro lado, Gamio tiene la genuina y sincera preocupación de ver mejoradas las condiciones de miseria y explotación en que viven los grupos indígenas. Sin duda su primera motivación es que los grupos marginados puedan llevar una vida digna. Pero también es cierto que al mejorar las condiciones de vida de los indios, se facilita la tarea de integrar a éstos en el “progreso nacional”, en la patria unitaria. Así, puede afirmar en Forjando patria que “si mejoran su alimentación, su indumentaria, su educación y sus esparcimientos, el indio abrazará la cultura contemporánea al igual que el individuo de cualquier otra raza”.1 De esa forma, las dos preocupaciones que acabo de evocar se juntan: para lograr la unidad que la patria necesita, hay que mejorar
las condiciones en que viven los indios. Lo que está en juego es la
integración de éstos a la unidad nacional. ¿Pero integración a qué
unidad? ¿Qué significa exactamente “cultura contemporánea” y unidad
racial, cultural, lingüística?
No hay duda que para Gamio esa uni
ntes forzado, ahora es pensada como algo progresivo: la cultura
indígena debe disolverse en el punto medio que es la cultura mestiza,
la “cultura moderna” mexicana. Ese proceso, que en última instancia
significaría la desaparición del indio como indio, es llamado “integración”.
La integración del indio en la vida nacional, en la cultura moderna,
equivaldría, con el tiempo, a su ex
ntal, haber promovido la desaparición de las lenguas indígenas
en pro de la unidad, y llega al punto de llamar “prematuro fracaso” la
investigación integral de Gamio en Teotihuacan. Todo esto es profundamente
incorrecto: ni buscar financiamientos necesarios para completar
proyectos sociales equivale a someterse a intereses gubernamentales,
sobre todo si se piensa que difícilmente se ha llevado a cabo una investigación
social de grandes dimensiones sin apoyo gubernamental; ni
proponer una lengua común, una lingua franca, equivale a promover
la desaparición de otras lenguas; ni se puede llamar prematuro fracaso
una de las investigación sociales más aplaudidas en el mundo y cuyo
innovador método “integral” merecería ser retomado. Talvez, sin embargo,
la investigación de Teotihuacan sí fue un fracaso, si se cree que
su objetivo fue volver a los indígenas que en esa área vivían y aún viven,
buenos occidentales sin rastros de cultura indígena. Juan Comas, en su
artículo “Manuel Gamio en la antropología mexicana”,5 responde perfectamente
a estas y otras acusaciones que no tienen fundamento. Preferimos
pues dejar de lado todo esto y concentrarnos en los dos elementos
que hemos desarrollado: la “exterminación” del indio como
indio por medio de la “integración” y la imposición de un control cultural
desde fuera sin tomar en cuenta las preferencias del indio.
¿Gamio querría la desaparición de las culturas indígenas? Veamos
la descripción que hace de los objetivos del Instituto Indigenista Interamericano,
del cuál fue director desde 1941 y hasta poco antes de su
muerte; escribe en un artículo publicado en América Indígena en 1944:
Las actividades del Instituto Indigenista Interamericano tienden principalmente
a que se satisfagan las necesidad
nte homogénea que resulte de la desaparición del indio; al contrario,
se dice claramente que uno de los objetivos, además del de
mejorar las condiciones en las que viven muchos grupos indígenas,
es el de respetar “su personalidad y tradición”. En diversos artículos,
Gamio muestra su preocupación por mant
tre los grupos indígenas de América, están íntima y dinámicamente
arraigadas las ideas democráticas […] pero desgraciadamente, con
rarísimas excepciones, a la gran mayoría de tales grupos les ha estado
vedada la aplicación de dichas ideas en su desarrollo social, y eso […]
porque se ha creído erróneamente, aunque en muchos casos con la
mejor buena voluntad, que las diversas legislaciones del continente se
adaptan plenamente a las condiciones de la vida indígena, no obstante
que el texto y el espíritu de todas o casi todas ellas, están inspirados
únicamente en las tendencias, necesidades y aspiraciones de grupos
americanos de raza, cultura, e idioma originalmente europeos.9
Así queda demostrado que para Gamio la homogeneidad social
no equivale a menospreciar las culturas indígenas a favor de la unidad
nacional. Sin duda el Gamio de 1916, entusiasta nacionalista, pide en
Forjando patria que los grupos indígenas abracen la “cultura moderna”,
pero esta afirmación por sí sola, sin tomar en cuenta el contexto, sin
contrastarla con el aprecio y consideración por los grupos indígenas
expresados en el mismo libro, no puede servir para justificar ninguna
crítica seria del autor, si no es por inatención o mala fe. Y si bien la
idea de una homogeneidad racial y cultural está presente a lo largo
de su obra, como ideal más que como objetivo de corto plazo, no es
ésta la que rige su actuar hacia los grupos indígenas, sino su gran
respeto a toda manifestación cultural. Podemos decir que la afirmación
de Bonfil en cuanto a que la finalidad del indigenismo de Gamio es
en última instancia la desaparición del indio, no tiene fundamento.
Aún si algunos indigenistas tomaron la dirección que Bonfil critica,
Gamio no está entre ellos. Se puede afirmar entonces que hay dos
corrientes del indigenismo. En las palabras de Miguel León-Portilla:
Una partió de la consideración de que los indígenas continuaban
viviendo en situaciones precarias precisamente porque sus formas de
cultura eran anacrónicas y no les permitían acceder a la modernidad
que buscaba el país […] Era necesario emp
otro aspecto importante que Bonfil le critica a Gamio es la
superposición de su voluntad a la del indio: es el investigador quien
decide qué conviene y qué no a la comunidad estudiada. Veamos lo
que dice Gamio al respecto:
¿Quién califica esas características? ¿Quién determina cuántas y cuáles
de ellas deben ser conservadas, extirpadas, corregidas o substituidas, y
cuántas y cuáles introducidas? ¿Es conveniente dejar tan difícil tarea al
exclusivo criterio del mismo indígena, basándose en el aparente legítimo
derecho que le asiste para regir su vida como mejor le parezca, o
sea con el criterio convencional con que generalmente lo ha hecho
siempre? ¿Hay que proceder inspirándose exclusivamente en los métodos
y conclusiones que la ciencia preconiza, es decir, con criterio
científico? ¿Debe, por último, respetarse lo que el criterio convencional
del indígena indica que se respete en su vida y sólo ocuparse de aquello
en que voluntariamente acepte reformas e innovaciones?
Creemos que ninguna de esas tres proposiciones es suficientemente
satisfactoria y sugerimos otras que parecen más lógicas a la vez que
conciliadoras y dividiremos en tres partes: Primero. Adoptar métodos
de carácter científico desechando los de índole convencional en aquellos
casos y problemas en que se sabe con anticipación que los resultados
que se obtengan corresponderán al propósito que se persigue, es decir,
serán indispensablemente favorables al desarrollo de los grupos
indígenas considerados, en tanto que la ap
esis propia del célebre indigenista, corresponde al modo de pensar
de toda una época: uno no escapa de su tiempo.
Por último, quisiera precisar que los escritos de Gamio muestran, a
pesar de todo, una cierta ambigüedad en cuanto al rol más o menos
preponderante de la homogenización social y cultural. Mas estoy seguro
que todo aquel que haya leído un cierto número de artículos de la
autoría de Gamio, estará de acuerdo en negar rotundamente que el
indigenismo por él defendido tienda, ni consciente ni inconscientemente,
hacia la eliminación del indio. Tal vez esa ambigüedad deba estar
presente en todo esfuerzo que busque respetar la personalidad indígena,
sin dejar de buscar su progreso. O quizá, más profundamente, sea la marca
de aquél que, perteneciendo al grupo dominante (es decir, a la sociedad
occidental), busque liberar al oprimido. En las elegantes palabras
de Luís Villoro, en su prólogo de Hacia un México nuevo:
La alternativa de salvar la alteridad mediante su integración en un
orden social superior forma parte, tanto en el siglo XVI como en el
XX, de la cultura dominante, no de la dominada. Su paradoja consiste
en proponer, dentro del sistema de dominación existente una vía
de liberación posible. Por ello su posición es ambigua: contribuye
efectivamente a la liberación, en la medida en que responda a los
intereses reales de los grupos dominados; pero puede también, de
manera inconsciente, enmascarar la dominación bajo un rostro suavizado,
si deja que sus propios intereses se substituyan al de los grupos
dominados.14
Es el riesgo siempre presente. En este artículo, he tratado de mostrar
que, lejos de sucumbir, Manuel Gamio estuvo muy a la altura de
la dificultad.
14 Manuel Gamio, Hacia un México Nuevo, México, Instituto Nacional Indigenista, 1987,
p. 9-10.
Alguien o algo pasó con este artículo que me veo obligado a publicar el enlace directo al libro de Manuel Gamio "Forjando patria" de 1916 editado por Editorial Porrúa Hermanos, de la ciudad de México y escaneado por la Universidad de Toronto en Canada. El enlace.